Recuerdo lo que dijo Oscar cuando cogí ese disco de Piazzola desde su torre de CD que se encontraba en el salón. Dijo: “ten cuidado”.
Ten cuidado como si yo estaba cruzando la carretera sin mirar.
El escuchaba mis discos, yo, los suyos. Esta vez dijo “ten cuidado”
Ese recuerdo me manda a otro: las Alpujarras, el ultimo día de 2006. Diciembre. Calor. Patear. Las cumbres a penas nevadas de esa parte sur de la Sierra. Solo desde el norte la llaman Sierra Nevada. Estamos tomando un aperitivo con Don Juan en el bar-pizzería el mas famoso del pueblo. Los dueños son argentinos. De Córdoba. Allí se prepara la fiesta de noche vieja. Me gusta el camarero – cuando digo esto, no quiere decir que quiero follar con él. Es algo mas definido. Pienso: este tipo, si me pongo a hablar con él, me va a contar algo. En general espero un momento antes de aventurarme-
Su hermana, la chica que sirve en la sala, también es linda. Sobre el piano, hay un retrato fotográfico de un hombre sonriente con un sombrero. Es el padre. Lo veremos aparecer mas tarde igual de sonriente que en la foto. Tomará nota de la mesa que queremos reservar para cenar.
Al final el pollo estaba frió y tuvimos que pedir que lo volvieran a calentar. Eso a veces pasa. Un poco antes de las 12h, con una botella de cava, nos fuimos a la plaza principal donde se encontraba el pueblo que luego entró en el restaurante. El camarero había empezado a pasar discos y las mesas habían quedado contra la pared.
El camarero se hace el listillo pero siento que es muy triste. Lo notaré con mas intensidad cuando la gente medio loca se puso a bailar sevillana sobre una canción de “el ultimo de la fila”. Va pasando los discos sirviendo cubatas. Por hacer tantas cosas a la vez, está sudando pero la verdad no sé si son gotitas de sudor o lagrimas.
Hay mucho ruido. Para hablar con él, tengo que gritar:
- Y el tango?
- Ah! Piazzola mató al tango. Con él se ha llenado de tristeza.
Quizás echa de menos su tierra. Quizás recuerda. Quizás ve a toda esa gente feliz, cantando y bailando y se le entra nostalgia. Quiere emborrachar su corazón para que las lagrimas se parezcan a gotitas de sudor.
Cogí el disco de Oscar. Escuché. Me gustó el sonido del bandoneón y también porque en ese disco, Persecuta, se oía algo de gran orquestra como manteles de violín detrás del bandoneón.
Para entender “ten cuidado” no basta con escuchar Persecuta. Tienes que haber vivido mucho. Tienes que sentirte como si hubieran pasado quince vidas. Tienes que haber vivido en varias ciudades que te hayan gustado o no. Tienes que haber esperado en la estación de tren a los amigos que venían a verte. Tienes que haberte ido de marcha con ellos, haberte tomado copas sentada en una silla de plástico, los pies en la arena del levante à la tombée de la nuit, haber soñado con los clubes de Ibiza donde no irían, haber mirado con intensidad a un chico de la mesa de al lado pensando a lo fácil que es ligar, haber escrito frases en las paredes del bar o detrás de la puerta del baño.
Esas cosas.
Y un día, escuchas a Piazzola y lo entiendes.
Oscar se ha quedado allí. Dejamos de ser compañeros de piso. No sé si todavía escucha a Piazzola. Quizás tiene ganas pero se niega en escuchar.
Yo de momento, disfruto sobre el papel.