El sábado me fui a despedirme de la gente que me prestaba el piso. El piso cerca del puerto. Desde una cabina publica, llamé a su casa. Que si, que estaban, que además, podríamos dar una vuelta al taller si venia al final de la tarde. Pero no muy tarde.
Cuando llegué al edificio “Neptune” que está por allí al final del Quai des docks, ella me esperaba.
Charlamos un rato, me dijo que hace poco habían cenado, su marido y ella, con el presidente de la universidad y un físico famoso de Valrose. Es que a él, le encanta el trabajo de Edmond. Dice que algunas de sus piezas ilustran maravillosamente la mecánica ondulatoria. Bajamos. Había que caminar cincuenta metros para llegar al taller.
Cuando entramos, Edmond puso en marcha hélices, espirales así que sus “caustiques” (así se llaman los ancestros de los hologramas. El los inventó).
- No está mal, dije
- Está genial, corrigió
Esas creaciones, las había visto en el libro que me había prestado pero mucho mejor era ver todo en acción ya que tenían movimiento y producían colores y luz. El mismo Joan Miro visitó este taller cuando estuvo en Niza. ¿Será en aquella época que adquirieron el cuadro que está en el salón? ¿Y El cuadro de Tapiés que está colgado a su lado?
El nombre de Tapiés me manda en el pasado. Este verano vivía a cinco minutos de la fundación Tapies. Pasaba delante para ir al la boca de metro en el Passeig de Gracia, en esta misma avenida vi a Messi un poco antes de la final de ya ya ya ya... El plexiglás por favor.
Edmond trabaja el plexiglás. Me explicó algunas técnicas para realizar las obras.
- ¿Y esa cosa?
- Es un bar...
Mostraba yo un globo de unos 70 cm de diámetro sobre un pie con la base acampanada. Parecía una azucarera gigante. Levantó un lado del globo y aparecieron los baldas con las botellas de whisky. Babeaba. ¿Vendía sus obras? Que no, que no las vendía porque eran piezas únicas.
Luego nos acercamos de una media esfera muy grande donde se reflejaban nuestras imágenes.
- Si te acercas, puedes apretarte la mano a ti misma.
Es solo un fenómeno óptico. Obviamente nunca podemos alcanzar ese yo en el espejo.
Con el plexiglás, aprendemos mucho.
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