... nueva casa, nueva parada de transporte, nueva luz, nuevo barrio, nuevos menús, nueva panadería,
nueva peluquería y nuevo instituto de belleza, nuevos bares y nuevas discusiones sobre la liga. Nuevos agobios, nueva selección de fotos para poner en las paredes, nuevos rollos de cinta. Nueva calle y nueva cantina: un restaurante de barrio llamado “Socca Botticelli” donde TE PONEN TAPAS y te regalan un chupito al final de la comida. Increíble. Estaba a punto de ponerme a llorar en los brazos de la camarera cuando vi los pequeños vasos lleno de licor llegar a nuestra mesa como si hubiera tenido una aparición porque esa generosidad solo existe en España.
Y nuevos amigos?
Los que ya son, salpican el mapa mundi con sus lugares de residencia, resultado de llevar la vida con una frecuencia de mudanza de tres años. Ya paramos. Si te fijas, hablar de los amigos es como hablar de Dios; no sabemos que decir e si lo decimos nos equivocamos. Quizás también porque los amigos pertenecen a una categoría que no se puede intercambiar. Te mudas, te siguen tus cajas de objetos, vajillas, libros y bragas. Te buscas estos puntos imprescindibles para vivir la vida cotidiana pero el resto no se puede encontrar empujando la puerta de una tienda. O si es así, no lo sabemos.
Mudarse es un peligro social. Claro! Lo acoges intentando pensar de que la espera no será el medio para protegerte de él. Porque todos tenemos en la mente esa ley venida de no sabemos donde: Esperas todo el día a que llegue una cosa hasta que por fin hartado, le mandas todo a la mierda. Y cuando te pones a caminar hacia ninguna parte, sin rumbo alguno, de repente sale un rayo de sol.
Creo que fue de este modo que con Ludo nos hicimos amigos. Un día nos cruzamos en el Franprix de la place d’Aligre (Paris, 12ième). Allí entre las baldas de lata de atún y de bolsas de pasta me dijo:
- Quieres venirte a una fiesta, esta en casa de un amigo en el distrito 20, chez Sacha.
- Bueno si.
Cuando voy al supermercado, nada mas es por comprar una bolsa de zanahoria o lo que hace falta para la cocina y el cuarto de baño.
nueva peluquería y nuevo instituto de belleza, nuevos bares y nuevas discusiones sobre la liga. Nuevos agobios, nueva selección de fotos para poner en las paredes, nuevos rollos de cinta. Nueva calle y nueva cantina: un restaurante de barrio llamado “Socca Botticelli” donde TE PONEN TAPAS y te regalan un chupito al final de la comida. Increíble. Estaba a punto de ponerme a llorar en los brazos de la camarera cuando vi los pequeños vasos lleno de licor llegar a nuestra mesa como si hubiera tenido una aparición porque esa generosidad solo existe en España.
Y nuevos amigos?
Los que ya son, salpican el mapa mundi con sus lugares de residencia, resultado de llevar la vida con una frecuencia de mudanza de tres años. Ya paramos. Si te fijas, hablar de los amigos es como hablar de Dios; no sabemos que decir e si lo decimos nos equivocamos. Quizás también porque los amigos pertenecen a una categoría que no se puede intercambiar. Te mudas, te siguen tus cajas de objetos, vajillas, libros y bragas. Te buscas estos puntos imprescindibles para vivir la vida cotidiana pero el resto no se puede encontrar empujando la puerta de una tienda. O si es así, no lo sabemos.
Mudarse es un peligro social. Claro! Lo acoges intentando pensar de que la espera no será el medio para protegerte de él. Porque todos tenemos en la mente esa ley venida de no sabemos donde: Esperas todo el día a que llegue una cosa hasta que por fin hartado, le mandas todo a la mierda. Y cuando te pones a caminar hacia ninguna parte, sin rumbo alguno, de repente sale un rayo de sol.
Creo que fue de este modo que con Ludo nos hicimos amigos. Un día nos cruzamos en el Franprix de la place d’Aligre (Paris, 12ième). Allí entre las baldas de lata de atún y de bolsas de pasta me dijo:
- Quieres venirte a una fiesta, esta en casa de un amigo en el distrito 20, chez Sacha.
- Bueno si.
Cuando voy al supermercado, nada mas es por comprar una bolsa de zanahoria o lo que hace falta para la cocina y el cuarto de baño.
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