De allí, de nuevo pegada al ordenador porque en su seno reside un montón de informaciones. No te vienen directamente, las informaciones. Hay que manejar el raton un cuarto de hora hasta encontrar la pagina que te hará decir: mierda, la criatura tiene aletas! Te quedas parada. No puedes ir mas lejos. Te paras mientras un pequeño arroyo de euforia se hace escuchar. Era una noche de primavera. Es el unico que puedes contar y la ropa sucia acumulada en una esquina de la habitacion y las vueltas tardissimas del labo y las noches que se hacen mas cortas (hemos cambiado la hora, no?) y el sueño que se vuelve mas ligero. Y los sueños que recuerdas por la mañana que no tienen nada que ver. Siempre decimos que lo que transcurre durante la noche es un reflejo de lo que pasó durante el dia. Tiene que haber excepciones sino no hubieras visto a la gente de la actualidad repentinamente envejecida o lugares que no has pisado desde hace diez años. ¿Que tiene que ver esto con la noche de primavera? Pero no tienes tiempo de buscar la repuesta. Lo pones todo de lado. “Tengo que volver a ir al cine” piensas. Ya sacaste la punta de vidrio de la rueda de la bici y puedes volver a resbalar por las calles de esa ciudad donde entraste caminando hacia atras.
Los olores han cambiado (es primavera...) pero sus componentes tienen algo familiar. Te encierras entre los auriculares para seguir trabajando, enfocar la mente sobre una sola y unica cosa. Apuntas la fecha de un partido que te hará acampar delante una pantalla gigante rogando por un salto en semi-final. Durante la semana tienes cita con el dentista porque llevas la misma desgracia que Martin Amis respecto a los dientes. Y te das cuenta que aprendiste mas en una sala de espera que con un libro abierto sobre las rodillas. Y que los sueños nacen con las noches de primavera.
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